jueves, 13 de junio de 2013

La parca nunca miente I

La parca nunca miente
y finalmente, ganó la batalla.
Sesgó nuestras almas, y sonriente,
a él con Dante mandó, y a mi me puso alas. 
Alas que a las malas me tienen
pendiente de unas cascadas
miríadas más bien sufrientes
de dos muertes desdichadas. 
¿Dónde te fuiste, que no te veo?
¿Dónde aquel sueño que me dijiste?
Si ahora vistes el manto del negro
y yo me encierro en plumas de cisne.
Melancolía triste de incierto destino:
ya no se si tu sino es conmigo reunirte.
Tomaré galope firme en busca del camino
que me lleve contigo a donde te fuiste.
Recuerdo tu pelo enmarañado
enredado entre mis dedos.
No hay consuelo sin llanto
ni pecado sin remordimiento. 
Mas no hubo freno entre mis daños
que fueron bolaños de un duelo
entre caballeros, y por el redaño
entre hermanos acabé con su aliento.
¡Qué desdicha la del hombre hacendado
en los hados de la desidia!
Perfidia de los días nublados
cuando mi mano quebró su vida. 
Qué desdicha, encuentro a mi hermano
custodiando, del infierno, la salida.
"¿Y tu querida, también la has matado?"
Y así luchamos frente a la Laguna Estigia.
                
Y así lo observan Dios y el diablo
que desde antaño se juegan
las almas y las condenas de los desdichados
apostando sobre sus actos.
Pasos de danza en redondeles de fuego
corazones pidiendo su larga venganza
estoques, palabras, ¡traiciones y miedo!
hermanos de pecho blandiendo sus espadas.

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