miércoles, 12 de junio de 2013

HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE

Vestida va de blanco,

Se dirige hacia el altar.

Acaba de salir de casa

Para su destino atar.

Allá le espera su amado

Eternamente enamorado,

El día más feliz de sus vidas,

Que en sangre acabará manchado.

Hoy relucen crisálidas de rayos

Pululando entre el devenir

De los translúcidos latidos claros

Que no habrán de encontrar fin,

Pues aunque el destino sea aciago

Y las torres se muestren torvas

No harán sombra a los enamorados

Que hoy enfrente de sí se apostan.

Años ha que se conocieron:

ella, sentada en una fuente;

él, temblando de miedo.

Una mirada bastó para conectarlos,

un segundo para amarse,

y un beso para sellarlo.

Hasta que la muerte nos separe, pensaron,

y la muerte comenzó el acecho.

Y de ella surgieron los tambores,

las notas sonadas antes de la batalla,

pues a su puerta llamaban sus temores

los miedos, las sombras, las lágrimas…

Y armados con el valor de quien se ve morir

supieron que ahora o nunca debían hacerlo

pues la parca le llevaría y sin huir

decidió que ésta pagara un precio.

Y en un rezo a ningún dios le dijo:

“Me llevarás donde no pueda volver

al lugar donde congregas tus almas,

pero no mandarás lacayo ni corcel,

tendrás que ser tú quien me parta”.

La peste de nuestro siglo era llamada,

Signo zodiacal maldito.

El cáncer, el gran enemigo

Que a nuestro amigo llevarse quiso.

Años en un hospital postrado

Viéndose consumir con su amada al lado;

Llanto, llanto, y más llanto,

Pero las fuerzas no le abandonaron.

“Saldré de aquí y nos casaremos,

Y si la muerte quiere, en nuestro altar,

Habrá de luchar para separarnos.”

Y así fue como delimitaron

la delgada frontera del amor,

enfrentados a los halagos

de quien inspira el sumo terror:

Ella, la muerte, su dama;

ella, su esposa, su amor,

decidieron unir sus almas

bajo el yugo de la expiración.

Veinte pasos contados

Para llegar hasta el altar.

Una nerviosa mirada,

La primera lágrima asoma ya.

-“Te tomo como mi esposo”

La muerte se empieza a impacientar:

Él nota una mano sobre el hombro

La parca se lo quiere llevar.

-“Te tomo como mi esposa,

Hasta que la muerte nos separe”

-“Nunca nos separará”

Y la muerte se llevó de la mano

dos almas teniendo prescrita una,

la de él ya era algo pactado,

mas la de ella su voluntad más pura.

Así fue como un cuchillo

asomó el filo por su garganta

delante de cientos de gritos

que vieron a la mujer apagada…

y entre sangre algunas últimas palabras:

“No te irás solo, pues la muerte no es nadie

para separarnos. No te irás solo… yo te acompaño”.

Y así es como el amor decidió no romperse.

Como el destino no pudo evitarse.

Cientos de voces gritaron,

Pero en sus caras la sonrisa prevalece.

Pese a lo prometido,

Ni la muerte pudo separarlos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ponte en contacto con nosotros

peligroversossueltos@gmail.com